La Alianza del Pacífico, proceso de integración lanzado en abril de 2011 entre México, Chile, Colombia y Perú, ha irrumpido en la monótona dinámica de la integración de la región latinoamericana, generando gran atención entre académicos, periodistas, políticos y empresarios.

 

 

 

Se trata de una iniciativa entre cuatro países medios, relativamente homogéneos entre sí, que ya compartían varios acuerdos de integración, pero que decidieron necesario profundizar tales vínculos frente a los desafíos del siglo XXI.

 

En un contexto donde en la región había predominado un tipo de integración "pos liberal" más centrada en los elementos políticos y sociales (como la Unasur), la Alianza del Pacífico emerge como un esquema diferenciado, dando lugar al primer caso de "regionalismo del siglo 21" en América latina.

 

Se trata de una integración centrada en el nexo de comercio-producción-servicios, específico de esta etapa de la globalización, donde la producción se segmenta geográficamente integrando cadenas globales de valor (CGV). Se apunta a las barreras más allá de las fronteras, a los acuerdos bilaterales de inversión, y a algunas reformas unilaterales.

 

A partir de diversos tratados preexistentes, el comercio entre los países de la Alianza del Pacífico ya contaba con preferencias que llevaban a que los flujos del comercio contasen con un arancel cero, con pocas excepciones.Sin embargo, para comienzos de 2013 el volumen del comercio intrazona rondaba sólo el 7% del total de los intercambios, centrado mayormente en el intercambio de productos primarios y sus derivados, y secundariamente en bienes intermedios de la industria de los alimentos, del plástico y del automóvil.

 

Frente a esta situación, en el plano interno, la Alianza del Pacífico propone dotar de mayor profundidad a la integración. A ello se dirigen dos procesos: uno de armonización de los acuerdos existentes entre estos países y otro de generación de nuevas normativas en común. Se trata más de una integración positiva (construir normas estableciendo pisos mínimos de estándares por cumplir) que negativa (eliminar barreras preexistentes, como aranceles).

 

En el plano externo, la Alianza tiene un foco específico en las negociaciones de un acuerdo más ambicioso: el Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica (TPP, por sus siglas en inglés). México, Colombia, Chile y Perú, de forma colectiva, pretenden convertirse en una plataforma de articulación política de integración económica y comercial, y de proyección al mundo con especial énfasis en el Asia del Pacífico.

 

Con estos objetivos, los gobiernos de los países en cuestión, junto con el sector empresario, avanzaron en nuevos acuerdos regionales que dieron origen a decisiones de apertura unilateral en temas contenidos en la Alianza.

 

LA ENCRUCIJADA DE BRASIL

 

Este proceso novedoso de la Alianza del Pacífico, interpela en forma directa a las estructuras existentes en la región, sobre las cuales Brasil monta su liderazgo, y condiciona las preferencias de sus pares. Las opciones regionales de Brasil distan de avizorar algún acercamiento del gigante sudamericano a la Alianza del Pacífico.

 

La apuesta regional de Brasil en la última década ha tenido tres ejes. En primer lugar, el mantenimiento y ampliación de la unión aduanera (Mercosur) con tarifas externas elevadas. En segundo, un bilateralismo selectivo en búsqueda de nuevos mercados -en donde se destacan los países con costa en el pacífico-, y por último, el liderazgo de un integración de toda América del Sur -regionalismo pos liberal-como es la Unasur.

 

En términos económicos, este esquema le fue funcional a Brasil para la expansión regional de su sector industrial. Las principales empresas brasileñas tienen importantes inversiones es su contexto contiguo y, a su vez, el 84% del total de las exportaciones a América del Sur son manufacturas.

 

Los países de la región ocupan el primer lugar de destino de las exportaciones de origen industrial, superando la suma de las exportaciones del sector de Estados Unidos, China y la Unión Europea.

 

Desde algunos sectores políticos al interior del Brasil argumentan que el principal elemento que impide algún tipo de acercamiento a la Alianza del Pacífico está en las cegueras ideológicas del gobierno que lidera el PT, principalmente en torno a la noción de libre comercio. En realidad, las razones obedecen a condicionantes más profundos que están estrechamente relacionados con diversas opciones nacionales e internacionales que se presentan de manera diferenciada en Brasil, Chile, Perú y Colombia.

 

En el caso de estos tres últimos se observa una adopción y mantenimiento en el tiempo de una estrategia de desarrollo de corte liberal, cuyo correlato en el plano de la inserción económica internacional se liga a la apertura y eliminación de restricciones al comercio y capital, siendo los tratados de libre comercio (TLC) uno de los mecanismos centrales, y la inserción en las CGV uno de objetivos deseados.

 

Asimismo, presentan un tipo de relación con Estados Unidos basada en el acoplamiento/acomodamiento, donde la agenda positiva pasa por el pilar económico a partir de una cosmovisión compartida en la noción de democracias occidentales liberales. A ello se le suma la pertenencia de estos países a la OCDE (la integran Perú y Chile, y Colombia ha solicitado su ingreso). A su vez, estos países aceptan la correlación de fuerzas en el sistema internacional y perciben que deben insertarse en el mundo como "periferia moderna" en donde la adaptación a las nuevas formas de producción en la globalización es la llave para el progreso y el desarrollo.

 

MODELO HÍBRIDO

 

Por su parte, Brasil muestra una estrategia de desarrollo híbrida desde fines de los ochenta, que conlleva tensiones y aspectos selectivos en la apertura económica internacional.

 

Existe un mantenimiento del rol activo del Estado y de políticas comerciales defensivas que intentan preservar un entramado industrial con dificultades de competitividad, y su modelo de vinculación con Estados Unidos es de "oposición limitada", donde la agenda negativa está relacionada a los contrapuntos económicos y a un intento de consolidar el alcance global de su liderazgo regional a partir de la diversificación de los vínculos externos principalmente con el Sur y otras de las denominadas potencias emergentes (Brics).

 

Paralelamente, se reconoce un convencimiento de gran parte de la dirigencia política de Brasil de que el país tiene que ser un polo de poder en un orden internacional de carácter multilateral y abandonar así el tradicional lugar de periferia.

 

Estas divergencias sobre el modelo de desarrollo, como en el rol político y económico que se pretende jugar en el sistema internacional, enfatizan la diferencia de las apuestas emprendidas por el flamante proceso de la Alianza del Pacífico y el entramado de acuerdos regionales que comanda Brasil, entre los que se encuentra el Mercosur. Las opciones no son excluyentes entre sí, aunque las posibilidades de emulación entre una y otra son muy complejas, debido a los constreñimientos mencionados.

 

LAS MEDIDAS

 

En materia comercial lo más relevante de lo negociado por la Alianza del Pacífico ha sido el abordaje de las excepciones a la regulación del comercio preexistente (se comprometieron a desgravar el 90% del comercio) y la redefinición de los requisitos de la norma de origen. Este punto favorecerá el desarrollo de mayores encadenamientos productivos entre los cuatro países y atraerá la radicación de inversiones. De tal forma se trata de un paso importantísimo del esquema regional para adaptarse a las cadenas globales de valor. Otros puntos relevantes son la adopción de un sistema de ventanilla única para todas las gestiones aduaneras intrazona y la profundización de la cooperación regulatoria que garantiza el efectivo cumplimento del acceso a los mercados. El aspecto financiero, complementa estos avances, con la creación del Mercado Integrado Latinoamericano, primera iniciativa de integración bursátil transnacional, que abarca a Perú, Chile y Colombia, y cuyos valores negociados se asemejan al Bovespa de Brasil.

Fuente: La Nación 07-2013

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